Hace
ya algún tiempo, en uno de esos recreos de un mes de Febrero, encontré entre las
estanterías de la sala de profesores un texto que me hizo pensar en muchas
cosas. Sobre todo en esta profesión, como alumno que fui y como docente que soy.
Es un Manifiesto escrito por un filósofo, ensayista y pedagogo español llamado
José Antonio Marina. Si disponéis de un par de minutos merece la pena. Ahí va:
“De los recuerdos de
nuestra infancia emerge siempre la clara figura de una maestra o de un maestro,
con quien tenemos pendiente una muestra de gratitud. Suele ocurrir que tardamos
mucho en darnos cuenta de su influencia benefactora, y para entonces aquellas
personas que sirvieron de puente entre la familia y la sociedad, que suavizaron
el desamparo de los primeros días de escuela y nos llevaron de la mano por los
laberintos del abecedario y la cultura habrán desaparecido ya de nuestras
vidas.
Un homenaje al maestro
puede servir para pagar esta deuda de gratitud. Es por ello un acto de justicia
poética. Pero también es un acto de justicia real, porque tiene que servir para
llamar la atención de la sociedad hacia una profesión que, por esa inversión de
prestigios que desdichadamente sufrimos, pasa inadvertida o menospreciada. Otras
admiraciones más espectaculares nos hacen ser mezquinos al valorar a las personas
que nos enseñaron las primeras letras, que nos obligaron, con conmovedora
paciencia, a dominar nuestra atención, tan propensa a irse por las nubes, para
fijarla en el encerado o en el cuaderno. Para el niño, ellos son los máximos
representantes de la cultura, y, para todos, los grandes funcionarios de la
Humanidad. Supieron hacernos pasar de un mundo de afectos privados a un mundo
de afectos sociales, y nos convirtieron en pequeños ciudadanos, al enseñarnos
las nomas compartidas.
El maestro necesita
autoridad para poder ejercer bien su cometido, y esa autoridad sólo puede
recibirla de un generoso y constante apoyo social. Un homenaje al maestro se
convierte así en una eficaz colaboración pedagógica. Y también en una demostración
de inteligencia ciudadana. La sabiduría de una sociedad, su estatura ética, se
demuestra en los modos de conferir prestigios o distinciones. Cuando esos
reconocimientos se dan a quienes no los merecen, o dejan de darse a quien los
merecía, se produce una corrupción social, un empequeñecimiento que a todos nos
empequeñece. Al homenajear al maestro estamos ennobleciendo el espacio de
nuestra convivencia.
A los adultos nos invade
muchas veces el desaliento ante el futuro, un cierto cansancio de lo porvenir.
Entonces deberíamos recordar la figura del maestro, que es el profesional de la
esperanza, el incansable, humilde y magnífico cuidador del futuro. Con la misma
tenacidad con que el árbol florece en primavera, él volverá a enseñar que dos
por dos son cuatro. Nos convendría a todos regresar por un momento a ese ámbito
animoso y cordial. Este homenaje puede servir también para reavivar nuestra
esperanza.
Por todas estas razones,
de justicia, de sabiduría, de propio interés, invitamos a niños y a adultos, a
padres y a hijos, a participar en un homenaje nacional e intergeneracional al
maestro.”
La
Roda es un pueblo al que yo conozco desde hace mucho tiempo, siendo de
Madrigueras nuestra cercanía geográfica lo hace casi evidente. En mi etapa en
el Conservatorio de Música de Albacete conocí a muchos compañeros de esta
localidad, incluso con algunos de ellos llegamos a fundar un grupo, Brass Band La Roda, seguro que Alejandro
se acordará de aquello. He tenido el privilegio de actuar varias veces en
la Casa de la Cultura y en algún que otro lugar de este maravilloso pueblo con las agrupaciones a las que
pertenezco. Pero lo que nunca me hubiera imaginado es que, por circunstancias profesionales
del destino, tendría la oportunidad de ejercer a lo largo de este curso 2012-13
como maestro.
Cuando
leía las palabras de José Antonio Marina me estaba acordando de todos vosotros.
Este año lo recordaré dentro de mí allá donde esté pues vuestro apoyo, vuestro
respeto, vuestra colaboración han hecho que cada mañana entrara a la clase con
la ilusión de realizar mi trabajo lo más dignamente posible. Sin ese apoyo yo
no hubiera sido nada ni nadie.
A
vosotros, padres y madres daos la gracias enormemente, pero sobre todo a mis alumnos:
GUILLERMO, ÁNGEL, SANTIAGO, ROZALÍA, ELENA, SALMA, PILAR, SERGIO, IRENE
FERNÁNDEZ, JESÚS, FÁTIMA, LUCÍA, DAVID MARTÍNEZ, JOSÉ LUIS, CARLOS, JUAN, CELIA
RUBIO, SARA, CELIA SEVILLA, PABLO, IRENE TÉBAR, DAVID TOBOSO, RUBAB Y IONATAN,
por aguantarme, por escucharme y por aceptarme como vuestro maestro, sois quienes realmente habéis dado sentido a mi trabajo. Pedios
mil disculpas si en algún momento os habéis sentido molestos con mi actitud,
pero como os he dicho un montón de veces el trabajo y la disciplina es la base
de vuestro futuro. Siempre tendréis un lugar en mi corazón.
A
TODOS, ¡UN MILLÓN DE GRACIAS!
Esta noche he tenido el privilegio de abrir el jamón, el queso y una botellita de vino tinto y como diría mi abuela Luz, que siempre está en mis pensamientos: " Con vino, queso y jamón no hay pena en el corazón".
¡HASTA SIEMPRE!